10. Malaca, make it happen
Me habría encantado escribir esta última publicación del viaje mucho antes, pero la vuelta a la vida cotidiana ha sido de todo menos vuelta y cotidiana. Digamos que España me esperaba con los brazos abiertos pero no precisamente para darme un abrazo. Pero da igual, porque este no es un blog de dramas, Nada Incluido es un blog de viajes. Y por muchos palos que nos dé la vida nadie nos va a quitar las ganas de ponernos la mochila, la sonrisa, y salir a conquistar el mundo. Y menos con experiencias como la que tuvimos en Malaca.
Malaca
(13-09-14) La última vez que hablábamos acabamos de pasar unos días por la muy sorprendente Singapur, desde donde cogimos un confortable autobús (3 horas) hasta Malaca. Malaca era desde el principio una parada obligatoria en nuestro itinerario porque parecía ser una ciudad costera muy agradable. Después de estar tres días ahí os podemos confesar que es una ciudad muy agradable pero de costera no tiene nada, ya que si había una playa no la hemos sabido encontrar. Vamos, ni nosotros ni los que viven ahí de toda la vida.
Pero aún sin playa, poco tardamos en darnos cuenta de que acabábamos de llegar a uno de los lugares más turísticos en los que hemos estado en todo el viaje. Hasta 8 hostales visitamos hasta dar uno con camas libres. No era el mejor albergue en el que hubiéramos estado nunca, pero es que no había otro. Vale que llegamos a la ciudad en sábado pero si algo nos ha sorprendido de Asia es lo fácil que es encontrar alojamiento. Excepto en Malaca.
Alojados, poco más hicimos que instalarnos y salir a recorrer la ciudad. Aunque no llegamos muy lejos, porque un enorme mercado en la concurrida Jonker Street captó nuestra atención. Lleno hasta los tejados. Desde luego Asia y los mercados tienen una relación muy especial.
Por lo visto, un mercado que se instala en la ciudad todos los fines de semana (si el tiempo lo permite) donde nos hicimos conscientes de la pasión de los asiáticos por los karaokes (sorprende la frialdad con la que el público recibía a los valientes que se subían al escenario a cantar y bailar)…
… y donde descubrimos el trabajo más curioso del mundo: «El hombre papelera». Entre compras y sorpresas, el sueño no tardaría en llegar.
(14-09-14) Todo lo mucho que nos apeteció, madrugamos. Para nosotros Malaca iban a ser unas vacaciones de nuestras vacaciones, así que tampoco nos dimos mucho mal para abandonar el hostal pronto. Cuando nos sentimos preparados, cámara en mano y a patear la ciudad.
Qué ver en Malaca
Primera conclusión: Malaca está exageradísimamente concurrida. Me explico, Malaca es una ciudad bonita, auténtica, con mucho encanto, pero creo que el nivel de turismo que tiene no se corresponde con la realidad. Eso sí, turismo 90% asiático. Segunda en conclusión: Malaca es bonito de ver en general, pero nada en particular. Buscando el internet el típico “Qué ver en…” dimos con una serie de highlights que no nos podíamos perder… pero que si te los pierdes no pasa nada. Malaca es como un partido de fútbol con muchísimas ocasiones en el que no se mete ningún gol. Pero vamos, para llegar a estas reflexiones primero hizo falta hacer el tradicional tour. Primera parada en el Cheng Hoon Teng, un templo chino con casi 400 años de historia.
Cheng Hoon Teng
Bonito como la mayoría de los templos chinos que hemos visto, aunque en este caso ya sólo por su “vejez” merece la pena destacarlo. Como ya os he dicho varias veces a lo largo de este viaje, en este lado del mundo casi todos los monumentos son de reciente construcción.
Del Cheng Hoon Teng fuimos a un templo budista situado a escasos metros, donde nos llamó la atención la afable estatua de buda de la entrada…
Istana Kesultanan – El palacio del Sultán
… y de ahí, viaje al pasado. La historia de Malaca, como la de casi todo enclave marítimo importante, es de pescadores, comerciantes y conquistadores. Por su posición en el mapa son muchos los que han querido hacerse de una u otra forma con esta ciudad. Así, en el año 1400, poco después de su fundación, Malaca fue el centro presidencial de un sultanato que gobernó buena parte de Malasia durante unos cuantos años. De esa época queda una réplica del palacio del Sultán: Istana Kesultanan.
Un palacio bastante atractivo en su exterior y con un sencillo museo en su interior. Teniendo en cuenta que el precio de la entrada no llega el euro, merece la pena hacer una vista…
… al menos para dar un paseo por sus jardines.
A Famosa
Pero el imperio del Sultán duró lo que tardaron los europeos en interesarse por él. En primer lugar los portugueses, quienes en el siglo XVI se hicieron con la ciudad. Años de muchas guerras que soportaron como pudieron echando mano de soldados y fortalezas. Como la de A Famosa, de la cual todavía se conservan algunos restos.
Dutch Square
Finalmente serían los holandeses los que se harían con el terreno durante casi 150 años. De este período data la Dutch Square, una agradable plaza roja con una iglesia católica en su centro.
Lo que hoy queda de Malaca es el resultado de años y años de luchas de poder. Aparentemente, una de las ciudades con más historia de las que nos hemos topado en nuestro viaje. Pero estudiar historia es agotador, así que un 66,66% del grupo se retiró a descansar un rato. Por mi parte, decidí perderme un poquito por la Malaca más allá de su centro urbano. No llegué muy lejos…
… pero fue suficiente como para encontrarme con una especie de convención de señores raros con pájaros extraños.
También descubrí la figura de Gan Boon Leong, a quien la ciudad venera como uno de los personajes más importantes en la historia de Malaca. Sorprende si tenemos en cuenta que su mayor logro fue ser míster universo, que está bien, pero digo yo que alguien de ahí habrá hecho algo más importante por el mundo. La cuestión es que este musculado hombre tiene varias estatuas y su propio gimnasio.
Es curioso, pero la mejor forma de conocer un sitio es ir hasta donde no llegan las cámaras…
… y acercarte a lo que la ciudad es, al margen de lo que a muchos les gustaría que fuera.
Satisfecho con mis descubrimientos más allá de la ventana del turista…
… volví a por el resto de la pandilla y celebramos nuestras dos horas separados con un batido en una cafetería agradable pero a precios cuasi europeos.
El río de Malaca
Y la tarde fue cayendo y en ese momento descubrimos el rincón más bonito de Malaca. El río y su ribera.
Sin darte cuenta, parece que has entrado en un galería de arte.
Los vecinos han sabido trabajar el encanto de esta zona hasta convertir la ribera en un museo gigante. Un museo que termina junto a esta noria, a la que subimos aunque ya os adelanto que no merece la pena. Podéis ahorraros ese ticket.
Cansados de tanto paseo, decidimos tirarnos al suelo en un lugar cualquiera de una calle cualquiera. En otro punto del mapa, Monika, una eslovaca instalada en Malaca desde hace un tiempo, cogía su bicicleta con el objetivo de repartir unos sándwiches de humus y pollo que habían sobrado de un evento. Y en esas circunstancias nos cruzamos, y por supuesto accedimos gustosamente a su oferta gastronómica. Cenados, no hicimos más que retomar nuestro paseo hasta el hostal.
Pero no iba a ser tan fácil, alguien tenía un plan mejor para nosotros. Arnau, catalán, músico, unos 30 años (calculo), inició una vuelta por Asia tras quedarse sin trabajo en España. En esas llegó a Malaca y desde hace un tiempo trabaja en un bar de esa ciudad tocando el clarinete. No le pagan mucho, pero lo suficiente para vivir en Malaca. Pues bien, Arnau, quién cerveceaba con unos amigos en la calle, nos animó a unirnos.
Y cuando quisimos darnos cuenta, estábamos rodeados de cerveza y de una «fauna» realmente divertida: un argelino simpático en su última noche antes de ir a Nueva Zelanda a trabajar, un francés de mirada perversa, un Bob Marley indio que sólo decía “You happy, me happy”, una chica de Malasia, su primo, un malayo afincado en Japón que se gana la vida haciendo vídeos para Youtube, una japonesa de familia aficionada a los globos aerostáticos, una sudáfricana que tan pronto como vino se fue, la eslovaca de los sándwiches y, por supuesto, Arnau.
Tan pronto como nos dimos cuenta de que empezábamos a ser demasiada gente para estar de jolgorio en medio de la calle, el Bob Marley indio se ofreció a llevarnos a un restaurante del que era dueño. Allí bajaron las luces, subió la música y continuó la espontánea fiesta al amparo de una bola de discoteca. Y allí estuvimos bailando, al estilo de cada uno, en la cultura de cada uno, pero todos unidos por las ganas que teníamos de pasarlo bien. La celebración terminó con una sorprendente y deliciosa cena india preparada por nuestro anfitrión a las 5 de la mañana. Y pensando en lo divertida que puede ser la vida nos fuimos a dormir.
(15-09-14) Noches alegres, mañanas tristes… dicen. Pues nuestra mañana triste triste no fue, directamente no hubo mañana. Resulta que algo de lo que el día anterior habíamos comido (ya sea el sándwich callejero, la cerveza clandestina o la cena en el indio) nos sentó estupendamente mal y, por ser sutil, digamos que pasamos unas cuantas horas en el baño. Es fácil decirlo cuando estás en tu habitación y el servicio está al lado, pero en este caso estábamos en un tercer piso y el baño estaba abajo del todo. Fue duro, pero sobrevivimos. Cuando nuestro cuerpo eliminó lo que fuera que tenía que eliminar, salimos de nuevo a dar un paseo por la ciudad. Ya era tarde, y todo lo mucho que hicimos fue hacer en barco el mismo recorrido que habíamos hecho el día anterior andando.
Ahora bien, así como en nuestro paso por Bangkok nos encantó la experiencia de recorrer la ciudad en barco, en Malaca recomiendo hacer la ruta andando: ves lo mismo, no hay tanto turista y encima es gratis. Lo bueno es que nos dejó cerca de un centro comercial donde cenamos. Si algún viaje hemos comido en antros ha sido en éste, y hasta este día no habíamos tenido ningún tipo de problema. Pero tal y como habíamos pasado la mañana, esa noche no quisimos jugárnosla mucho así optamos por un sitio de mantel y cubierto. Sandwich mixto y sopa caliente, nuestro maltrecho estómago no daba para más. Y de ahí fuimos a nuestra cita con Arnau y compañía. El plan de esta noche pasaba por ir al Honky Town, un bar del centro donde tocaba Arnau. Una velada muy agradable para dejar Malaca con un regusto aún mejor.
(16-09-14, 17-09-14) De los dos últimos días de viaje poco hay que destacar. De Malaca volvimos a Kuala Lumpur, con un día de margen para hacer alguna compra y algo de logística. Allí nos alojamos cerca de China Town, en un sitio mejor que en el que estuvimos en nuestros primeros días de viaje. En general, todo nos resultó bastante más agradable que en nuestros primeros días por esta ciudad, lo que me hace pensar en una cosa: Kuala Lumpur no ha cambiado, hemos sido nosotros.
Allí cogimos el avión de vuelta, otra vez Turkish Airlines, y otra buena experiencia. Entre películas, sueños y escalas…
… llegamos a casa. 27 horas de viaje en total que dan mucho que pensar. 27 horas en las que recordar la frialdad con la que nos recibió Asia a nuestra llegada a Kuala Lumpur (Malasia), lo mucho que gustosamente nos mojamos los calcetines en Cameron Highlands y Penang (Malasia), el descubrimiento nuestros vicios y virtudes y los de Tailandia en Krabi y Phuket, la marca que Chiang Mai (Tailandia) nos dejó para toda la vida, lo mucho que nos sorprendió la cara amable de Bangkok (Tailandia), la infinita belleza sin etiquetas de Siem Reap y los templos de Angkor, la sonrisa sincera de los camboyanos en Phnom Phen (Camboya) y los barcos en el cielo que el dinero permite construir en la espectacular Singapur.
En total, 5000 kms de viaje por tierra (más el avión Phnom Phen – Kuala Lumpur) en los que hemos recorrido cuatro países: Malasia, Talandia, Camboya y Singapur. Curiosamente, siguiendo una ruta muy parecida a la que nos planteamos cuando organizamos esta nueva locura.
(Clicar sobre el mapa para ampliar la ruta)
En líneas generales, el sudeste asiático nos ha sorprendido para bien, sobre todo tras descubrir el nivel de desarrollo económico y cultural en el que se encuentra. A día de hoy son unas cuantas las cosas en las que este lugar del mundo está muy por delante con respecto a bastantes países de Europa: por ejemplo, la implantación del inglés (nos hemos podido entender con casi todo el mundo) y el respeto que tienen por el viajero.
Asia nos ha ayudado a abrir la mente, a comer sin mirar el donde, a hacer todo lo posible por ayudar a quien te pide ayuda, a sonreír con el corazón aunque la vida se empeñe en lo contrario, a respetar y a tratar de entender otras religiones, a curarnos de prejuicios, a desarrollar nuestra moral y nuestra prometedora carrera como mochileros. Asia nos ha enseñado la belleza física más allá de las rubias de ojos azules o de las morenas de ojos oscuros. Asia nos ha abierto un mundo de posibilidades.
Evidentemente, no todo el monte es orégano y nos hemos encontrado con varios problemas a lo largo del viaje: por ejemplo, lo difícil que nos ha resultado encontrar alojamiento/guía en las ciudades vía Couchsurfing; lo complicado que ha sido ir más allá de la típicas rutas turísticas; lo mucho que hemos querido recorrer y el tiempo que nos ha hecho perder eso entre viajes; y lo imposible que nos resultó al principio manteneros en los 20 euros diarios de gasto. Pero a diferencia de otros años hemos sabido detectar los problemas, hablarlos y buscar una solución como grupo, sin perder los nervios, sin faltarnos al respeto. Hemos sido más equipo que nunca.
Ahora no me queda más que dar las gracias a todos los que de una forma u otra os habéis cruzado en nuestro camino y habéis hecho este viaje un poquito más especial. Por supuesto, daros las gracias también a vosotros tres, Víctor, Diego, Álvaro, por este viaje, por los anteriores, por los que vendrán y por tantísimos años que llevamos siendo amigos. Y daros las gracias también a las más de 4000 personas (que se dice pronto) que habéis estado acompañándonos a largo de este mes de aventura, que nos habéis apoyado con más de 150 comentarios o callados pero sabiendo que estáis ahí. Nada Incluido empieza a ser un proyecto muy serio, y así de serio nos lo vamos a tomar. Ya sabéis que el blog no muere hasta el próximo viaje, sino que en la medida de lo posible iré haciendo publicaciones a modo de guía sobre cualquiera de los 18 países por lo que ya hemos pasado. Asia ya no es algo desconocido, y el mundo empieza a no tener barreras para nosotros. No lo sé vosotros, pero yo ya estoy contando los días que quedan para que llegue la próxima aventura. Y creedme, va a ser pronto, mucho más pronto de lo que todos nos esperamos.
Más información de utilidad en nuestra guía de viajes de Malasia, Tailandia, Camboya y Singapur

Diego
Me ha encantado el blog, muy bien escrito y las fotos son muy chulas! Normal que genere envidias sanas y anime a lagente a viajar! Siempre estaba esperando a que actualizaras para leerlo! jaja
Un placer compartir este viaje con vosotros amigos! Compañeros de aventuras y de la vida! Por muchos mas viajes juntos y yo que lo vea!
Besos
Sergio Otegui Palacios
Me alegra que te guste, Diego! Realmente si que tengo la sensación de que has ido leyendo el viaje, que te lo conoces bien 🙂 Da por hecho que este será otro viaje más pero que todavía quedan muchos que vivir juntos!!
Mari carmen. F
Felicidades por el blog , por las fotos y gracias por los buenos ratos que he pasado poniedome al dia de vuestras aventuras.Deseo que lo que empezasteis hace tres años con el primer viaje, dure muchos años y siempre tengais unos dias para viajar todos juntos
Muchos besos
Sergio Otegui Palacios
Hola! 🙂 Muchas gracias por los piropos, sois muchos los que tenéis buenas palabras para el blog y así a uno solo le dan ganas de seguir viajando siempre. Te tomo la palabra, ojala podamos seguir haciendo esto durante mucho tiempo! Un beso!
jorge castellanos
Es un verdadero placer tener un primo con inquietudes muy parecidas a las mías cuando tenía tu edad. Espero y creo que será asi y estos viajes sirvan para abrir muchas puertas en todos los ámbitos (personal, social, educativo…) y recordarte que si te hace falta algo, ya sabes, aqui me tienes. Muchas gracias por el blog, es una pasada. Besos en la boca para todos/as.
Sergio Otegui Palacios
Hola, Jorge! 🙂 Me alegra leerte, supongo que somos muchos los que algún día sentimos la necesidad de lo que nosotros hacemos ahora. La diferencia al final es tener la fuerza par hacerlo!! Y nosotros todavía tenemos ganas de seguir haciendo esto durante mucho tiempo más 🙂 Un abrazo a vosotros y a las pequeñas!!
Lara Ayala Felipe
ooo! que pena que se acabase! muy xula esa ribera tan artística, me ha gustado mucho este viaje Sergio, ánimo y a por el siguiente, cada vez se os ve mas curtidos, jejej!
muxos besso!
Sergio Otegui Palacios
Hola Lara! Pensábamos que no volveríamos a verte por aquí, pero sí. Siempre acabas apareciendo una vez más 🙂 El siguiente será pronto, os mantendremos informados! Un beso y gracias por el apoyo!!
¿Necesito visado para viajar a Malasia, Singapur, Tailandia o Camboya? | Nada Incluido - Viajes con poco para vivir mucho
[…] En nuestro caso, hasta tres veces cruzamos la frontera de Malasia (1ª entrada, 2ª entrada, 3ª entrada) y en ninguna de ellos tuvimos el más mínimo […]
Cómo comprar billetes de avión baratos (I): consejos generales | Viajes Nada Incluido
[…] de Phnom Phen (Camboya) a Kuala Lumpur (Malasia) y así volvimos a España desde Kuala Lumpur (nuestro aeropuerto de […]
Alex
Buenas noches Sergio,
Fue en septiembre del año pasado cuando mi hermano y yo decidimos ir a Camboya para enero del presente 2017. Yo tenía sin gastar casi todas mis vacaciones (3 semanas) y él estaba en paro así que nos pusimos manos a la obra (fue a mi hermano al que se le ocurrió, en diciembre del año anterior, ir a Camboya, pero había apenas dos semanas de margen así que fue imposible teniendo e cuenta que no teníamos… ni pasaporte!).
Nada más abrir el navegador nos dimos cuenta de que 3 semanas daban para mucho, así que dijimos: ¿y por qué no Tailandia también (teniendo en cuenta todo lo famosa que es)? Inmediatamente después, vimos un país llamado Malasia que estaba justo debajo, y una osadía muy juvenil nos impulsó a incluirla sin vacilar en el plan. Segundos después nos dimos cuenta de que había un pequeño punto llamado «Singapur» en el extremo sur de la península malaya. Evidentemente, sabíamos que existían países llamados así, pero hasta ese momento no habíamos tenido conocimiento ni interés de su situación. Busqué en google imágenes para ver si alguien había hecho eso antes y di con el mapa que tienes en esta entrada, con todo el recorrido. Nosotros, quitando un corto y muy convencional viaje con nuestros padres a Berlín, jamás habíamos salido de España, y, aun así, dentro de España nunca habíamos viajado solos, sino acompañados por nuestros padres o en acampadas con monitores. Así pues, el ver que gente española había hecho la misma «locura» y que además la había relatado en un blog, me animó mucho a ver su viabilidad una vez pasado el frenesí inicial. Por cuestiones de tiempo (22 días), descartamos Singapur (también vimos que no tenía en verdad lo suficiente como para sacrificar otras cosas a su favor). Compramos los billetes de Madrid a Phnom Penh, y de Kuala Lumpur a Madrid; sí, haciendo la novatada: por separado. 2400 € en total. Sí, hay que ser estúpidos (también es verdad que descarté compañías más baratas con muchas escalas porque la burocracia en aeropuertos me daba miedo por total desconocimiento). Sin embargo, fue llegar a la T4 (con 3 horas de antelación), y comprobar que Qatar nos había pisado la reserva (cuentan que haya gente que se «raje» y no acuda al vuelo finalmente, para ganar lo máximo posible). No dábamos crédito: bastante nerviosos estábamos para encima nada más empezar ya estar con líos. Por suerte ocurrió en España y no ya fuera, cosa que hubiera sido muchísimo más angustiosa. Sin embargo, nos cogieron un avión de Emirates por la noche del mismo día y nos dieron a cada uno una indemnización de 600€, lo que hizo que nuestro despilfarro en aviones se maquillara sustancialmente. Sin más problemas que estar con la mosca detrás de la oreja en la escala en Dubai por no tener claro al 100% si estábamos aguardando nuestro avión u otro que iba a Australia (estaban ambos grupos en una misma sala grande) y perder mi billete de embarque en la escala en Bangkok (y los 20 minutos a buen ritmo hasta llegar a nuestra puerta de embarque en la otra punta de la colosal terminal), llegamos por fin al aeropuerto de Phnom Penh, que más parece un polideportivo o algo así, a las 12 de la noche o 1 de la madrugada; la terminal estaba desierta a excepción de los pasajeros de nuestro avión, que rellenaron la documentación de la visa con envidiable rapidez, dejándonos a nosotros y a un británico cincuentón (un cachondo el tío) completamente solos frente a los burócratas camboyanos, que nos miraban con verdadero desprecio y nos chillaban y echaban a un lado con ademanes en cuanto tenían oportunidad (todos y cada uno de ellos). Conseguimos salir fuera con el inglés, y nos esperaban unas cinco «pirañas» (sé que es un comentario cruel porque se intentan ganar la vida como pueden pero la verdad es que acabamos en conjunto bastante hartos de que tanta gente nos tratara como objetos y como idiotas; mucho budismo pero al final.. la pela es la pela) que nos ofrecían vales falsos con precios «fijos» para que nos llevaran al hotel. Sabían que éramos los últimos y eso les daba confianza. Por suerte, gracias al señor inglés conseguimos ir los 3 en un taxi (hasta se ofreció a pagárnoslo, mientras nos contaba que tenía una enfermedad terminal y que iba a Camboya a «que fuera lo que Dios quiera», que era músico y conocía allí algunos «garitos»), por 12 dólares en total (menos mal, porque no pudimos cambiar dinero en un aeropuerto que nos trataban como a perros y que tenía todo cerrado). Pasamos por calles muy oscuras, niñas prostitutas nos saludan desde fuera del coche. Se para el mismo y sale el inglés, nuestro protector. Mientras abren el maletero una multitud se asoma al mismo y salimos al instante del taxi para vigilar la maleta hasta que el conductor volviera a cerrar el maletero. Subimos y llegamos hasta donde se supone que está nuestro hotel. Todo era oscuridad, calor sofocante (en contraste con el frío invernal de Madrid, apenas horas antes), en mitad de siluetas desgastadas, inhóspitas, tercermundistas. El taxista tuvo la amabilidad de llamar a la puerta del hotel y vimos que un chico de unos 16 años encendía una luz (estaba durmiendo en el suelo del propio recibidor). ¿Eso era un hotel? En cualquier caso, seguimos al somnoliento chico a través de unas escaleras, nosotros hablándole alegremente de España aunque en el fondo estábamos cagados, y, cuando finalmente llegamos a la habitación, cerramos rápidamente la puerta como si hubiera lobos fuera. Nos dimos cuenta de que no funcionaba la wifi, y necesitábamos desahogarnos, contarles a nuestros padres lo que habíamos vivido. Mi hermano bajó enseguida a despertar entre mil disculpas por segunda vez al chico, y él mismo nos conectó a la wifi cogiendo nuestros teléfonos. Mi hermano se encontró con un hombre de unos 50 que estaba en la habitación de al lado, entrando a la misma con una niña camboyana. En la habitación estábamos bastante asustados. Era una sensación extraña, nunca habíamos sentido algo así. Nos dimos cuenta de lo niñatos –o frívolos si se prefiere– que habíamos sido al planificar algo tan bestia sin haber salido del barrio solos en nuestra vida. Allí España no nos protegía en su manto occidental omnipotente. Allí estábamos a merced de otra cultura, mucho menos organizada, moderna, previsible; que hacía apenas unas décadas había sido centro de un exterminio descomunal. Al día siguiente, con la luz del día, todo cambió. De repente todo era más normal. Veíamos occidentales, veíamos un interés pronunciado en los camboyanos (a diferencia de los burócratas, ellos sí que necesitaban nuestro dinero; así, nos trataban como dinero con patas).
Sin embargo, más allá de ese shock inicial tan genuino, a partir de ahí todo fue relativamente bien (excepto porque me dejé mi cámara nueva de 600 € en el hotel y sólo me enteré cuando estábamos en el Ferry que llevaba a Siem Reap, lo que me amargó el viaje en un estado de angustia que por momentos rozaba el ataque de ansiedad; solo de imaginar tener que volver en avión solo, dormir en Phnom Penh solo, volver a coger el Ferry solo, los gastos, el perderme buena parte de Angkor Wat…; finalmente la recuperé gracias a las santas chicas de recepción del hotel de Siem Reap y a la honestidad del hotel de Phnom Penh). Bien es cierto que yo lo había preparado todo con bastante precisión (lo tenía todo, absolutamente todo, reservado desde Madrid, y lo llevaba todo impreso en un fino archivador), pero aun así hubo puntos de improvisación. De Siem Reap volamos a Tailandia (horrible la confusión con el papeleo, las del aeropuerto no nos dejaron ni usar sus bolis y tuvimos que dar mil gracias a la suerte de que otro viajero nos dejara el suyo; por otra parte, los pasajeros de otro vuelo no habían recibido el formulario y las del aeropuerto les mandaban sutilmente a pastar…), a Bangkok, donde tuvimos cuatro días donde no paramos (incluido una salida de un día improvisada a Ayutthaya, que creo que es el gran agujero negro de vuestro itinerario, si se me permite la observación). Ni nos defraudó ni nos llenó. Después fuimos a Phuket, solo de paso con el el minivan para ir a la isla de Ko Phi Phi (un capricho, unas «vacaciones» dentro de las vacaciones que al final no aprovechamos del todo porque arrastrábamos un cansancio bastante serio), donde hicimos un espectacular buceo y donde nos timaron de lo lindo en una salida en góndola a Ko Phi Phi Lee donde confirmamos del todo la incompetencia general en el trato/servicio que sufrimos en este país (más allá de que sea o no sea un país bonito y muy completo, que sin duda lo es). Después avión para Penang, donde ya a la hora de hacer el visado (automático, un suspiro) nos dimos cuenta de la enorme diferencia que había entre Tailandia y Malasia. Pasamos de la altanería que percibimos en los tailandeses, que nos trataban como molestos paquetes que había que mover a cambio de dinero, a un país –Malasia– multicultural de gente muy amable. La diferencia no nos pareció subjetiva, sino evidente, muy real (cuando le comentábamos a varias malayas esta opinión, ellas no dudaban, orgullosas, en darnos la razón: «¡Verdad que sí!»; eran geniales). Penang fue accidental en nuestro itinerario: porque tenía aeropuerto internacional y eso hacía que todo encajara mejor en nuestra idea de ir a las Cameron Highlands. Sin embargo, echamos de menos un día más (hicimos lo mismo que vosotros, pero no nos dio tiempo a ir al gran templo chino: la ciudad era mucho más grande de lo que habíamos imaginado!). Después autobús a Tanah Rata, donde disfrutamos de unas maravillosas vistas de las plantaciones de té (visitamos 2, pues la famosa estaba «cerrada» aquel día), justo antes de que nos cayera una buena lluvia en el camino de vuelta. Después al Taman Negara, primero en minivan y luego en una estrecha e incómoda «canoa con motor». Había un monzón (hasta vimos una casa entera caída sobre e río de la selva) y no pudimos hacer nada, así que decidimos salir de ahí antes de lo previsto, pues en Kuala Lumpur aun con lluvia podríamos hacer más cosas. Así lo hicimos. En Kuala Lumpur todo fue mucho mejor (dentro de lo basto y mal comunicado para el peatón que está todo). Visitamos las Batu Caves (otra cosa que os recomiendo para otra ocasión), y el día que habíamos ganado lo aprovechamos para ir a Melaka (una ciudad que como comentas, tiene encanto por doquier pero no termina de tener nada «grande» en particular). Después, en Kuala Lumpur, al aeropuerto y allí a nuestra querida Madrid, con previa escala en Singapur y Zurich.
Cómo llegamos a valorar y a echar de menos nuestro país y nuestra familia, es increíble. Aquel viaje había sido muy estimulante, pero entre toda aquella frenética actividad, de templo en templo, de miniván en miniván, de Ferry en Ferry y de avión en avión (9 de estos en total), con un hambre constante y un cansancio que cada vez costaba más remontar, teníamos numerosos momentos de fuerte nostalgia. La comida, la gente, la belleza y el calor de nuestro país se hizo enorme en contraste con aquella Asia relativamente inexpresiva en sus gentes, caótica y fluctuante. Lo pasamos bien y maduramos bastante, hicimos incontables vídeos y fotos, pero la sensación general también fue de que había sobrado una semana y de que habíamos sido demasiado ambiciosos. A lo mejor dos semanas en Camboya, mucho más pausadas y con más tiempo de entender la cultura, habría sido una experiencia más amable y consistente; si bien por otra parte ya con lo que cuesta el avión de ida y vuelta el hacer un «3 en 1» hace que tengas unas nociones más generales pero más surtidas por ello también.
Descubrimos también la gran diferencia que fue ir nosotros 2 solos, que siendo un grupo de 4, pues en el día que fuimos al Taman Negara estuvimos desde primera a última hora con otros dos españoles de nuestra edad (de Baleares, unos cachondos), y todo se hizo muy distinto. La confianza sube muchísimo, la seguridad en uno mismo, y, como por arte de magia, el tema de la logística, de entenderse con los habitantes de allí, se hace mucho más sencilla. Es cierto que hay que añadir más paciencia en el tema convivencia, pero a cambio estás mucho menos tenso y las cosas en general salen mejor y más divertidas.
El mes que viene me voy a Nepal, solo (pues en aquellas tres semanas en Camboya, Tailandia y Malasia mi hermano y yo vimos que nuestra forma de ver las cosas era opuesta en lo que a logística y a espíritu viajero se refiere, lo que dio ligar a tres fuertes discusiones y a momentos de mal rollo, si bien el 90% del viaje sí que convivíamos correctamente), y a ver cómo me las apaño… Quiero llegar al campo base del Everest. Se me va la pinza, pero es que sin estos viajes, en los que tanto me angustio en determinados momentos (soledad, burocracias, transporte que no sé cómo coger, etc), realmente mi vida carecería de la motivación necesaria como para sentirme estimulado por algo.
No puedo daros más que mil gracias por este blog que seguí tan cercanamente antes y durante el viaje en Asia (y después, que le cogí el gustillo); de hecho tenemos fotos exactamente en los mismos sitios que vosotros y fuiste una ayuda inestimable para saber rápidamente qué cosas merecían la pena de cada lugar, sobre todo en Malasia que era lo que menos preparado llevábamos. Sin estas ayudas de la red, me hubiera sido completamente imposible ir a ningún sitio, pues soy una persona insegura. En este sentido, también tengo que dar las gracias a que el español sea un idioma tan amplio como para que la oferta informativa en internet, para todo el que lo sepa, lo sea también.
Eso sí, en lo que jamás podré imitaros es en el arte de ahorrar dinero. En comparación nosotros despilfarrábamos que daba gusto (y sin intención alguna de hacerlo en realidad), pero es que las cosas nos salían siempre a esos precios, quizás no supimos buscar.
Muchas gracias de nuevo, y un fuerte abrazo.
Sergio Otegui Palacios
¡Hola, ALex! Qué gustazo da leer relatos tan completos de nuestros seguidores. Y como me alegra saber que el blog te fue de gran ayuda para tramar tu viaje. Por lo que puede ver, pagasteis un poco la novatada (en nuestro primer viaje también tuvimos bastantes problemillas), pero lo solventasteis muy bien y habéis habéis conseguido sacar una experiencia positiva de todo eso. Cuando nosotros llegamos a Asia también tuvimos la misma sensación que vosotros, de caos absoluto, de choque cultural… pero al final te haces y con el tiempo lo recuerdas con cariño. Dentro de poco iré a Vietnam a seguir explorando países de la zona. Estoy de acuerdo contigo en lo de que viajar con cuatro ayuda a estar más «protegido», pero también te digo que he viajado solo, en pareja, o en grupos más grandes y cada combinación tiene sus ventajas. Cuanto menos gente te rodea, más te mezclas y más tratas de sacar las castañas del fuego. Lo último que te diría es que yo cada vez trato de abarcar menos en mis viajes, hacer distancias más cortas porque si te embarcas en varios países acabas convirtiendo el viaje en una sucesión frenética de etapas y eso a veces no te permite disfrutar de cada una. Muchísimas gracias de verdad por compartirnos tu relato y tu itinerario 🙂 Estamos en contacto y disfruta mucho de Nepal 🙂 ¡Un abrazo!
Soni
Estoy leyendo con lupa tu blog…parece que estoy viajando con ustedes. Felicitaciones
Sergio Otegui Palacios
Muchísimas gracias, Soni. Aquí estamos para lo que necesites 🙂
Kris
Me has vuelto a llevar a Malaca, una de las ciudades que más disfruté en Malasia. Opino como tú, el río merece la pena recorrerlo a pie, esperando a ver donde aparece uno de esos lagartos gigantes (miedito) y contemplando el arte urbano que decora las fachadas de bares y restaurantes. Un saludo
Sergio Otegui Palacios
Es una de las ciudades con más esencia de Malasia. La disfruté muchísimo 🙂 ¡Abrazos, Kris!