8. Phnom Phen, aprendiendo a sonreír
Qué poquito sabemos del mundo que nos rodea. Yo el primero. He de reconocer que hasta que no nos pusimos a “organizar” el viaje, a duras penas situaba Camboya en el mapa. Podía ubicarlo en una zona, pero lejos de su verdadera ubicación. Normal que luego a uno le termine sorprendiendo todo. Aunque lo peor es hablar de algo sin saber de ello, algo demasiado habitual. Con este objetivo os escribo hoy, para que la próxima vez que penséis en Camboya lo hagáis siempre con una sonrisa.
(08-09-14) La última vez que hablamos acabábamos de pasar unos días en Siem Reap, en los impresionantes templos de Angkor. Y aunque nos habríamos quedado de buena gana más días en esa zona del mundo, el calendario apretaba y nuestro viaje debía continuar. Próxima parada, Phnom Penh. Siendo la capital de Camboya y estando a poco más de 300 kms de distancia sería fácil llegar, ¿no?
Pues no, más bien todo lo contrario. Más de 10 horas nos costó hacer ese recorrido. Normal si tenemos en cuenta el estado de las “carreteras”….
… por llamar de alguna forma al conjunto de agujeros que unen una ciudad con otra, y las condiciones del «autobús»…
…del que parte de su techo se desprendió a mitad del trayecto y que pinchó hasta 3 veces. Sí, amigos, 3 veces tuvieron que parar a arreglar la misma rueda.
Ahora bien, benditos pinchazos. En nuestro último incidente de neumáticos pasó algo maravilloso. Aunque más adelante me detendré en la historia reciente de Camboya, por contextualizar os diré que este país “acaba” de salir de un genocidio que se llevó por delante a una cuarta parte de la población. Aunque poco a poco el país va viendo la luz, de un golpe así no es fácil reponerse. En que te alejas un poco de las ciudades “bendecidas” por el turismo, el país se cae a pedazos. El mundo rural de Camboya está en una situación muy complicada. Pues bien, volviendo a nuestro relato, nuestro tercer reventón nos dejó tirados en mitad de otra de esas aldeas en tan complicada situación. Una aldea llena de niños. No tardaron en vernos llegar. Al principio nos observaban desde la distancia.
Lugo tímidamente, en formación, espalda con espalda, iban dando pasitos para acercarse hasta nosotros. Pero cualquier movimiento que hacíamos les asustaba y salían todos corriendo. Para cuando quisimos darnos cuenta estábamos jugando al chocolate inglés con unos niños camboyanos. Pero como nosotros también queríamos ser partícipes cambiamos un poco las reglas e introducimos “la magia”. Diego desempolvó algunos trucos básicos y con ellos conseguimos que terminaran por acercarse hasta nosotros e incluso hablarán. No entendíamos nada, aunque no hacía falta.
Sorprende ver como la mayoría de ellos andaban descalzos. Y es que aquellos andurriales estaban plagados de hormigas rojas, de las que muerden. En el poco rato que estuvimos allí nos picaron unas cuantas veces a pesar de ir calzados así que imagino que para ellos será algo habitual y natural. Tampoco parecía importarles. Nuestro rato con los niños me trasladó a mi experiencia solidaria en Perú, donde tuve la suerte de ayudar en un poblado muy necesitado. Y en general creo que a todos nos dieron ganas de que nuestro autobús no se arreglara nunca y haber pasado todo el día ahí. De hecho en nuestro plan de viaje inicial se planteó la posibilidad de estar unos días ayudando en Camboya, pero al final por cuestiones de calendario laboral ha sido imposible. En el poco rato que estuvimos con los niños poco pudimos hacer más que regalarles un espectáculo de magia y una de nuestras cintas de la virgen del pilar, que dejamos atada en la muñeca del más pequeño de la pandilla.
Y entonces el pinchazo fue arreglado y tocó subir al bus y dar la espalda a la realidad. Ya de noche llegamos a Phnom Penh, mareados de tanto bote, sudados, hambrientos… pero con zapatillas y ropa buena. No hay razón para quejarse. En ese estado no dimos para mucho más que para cenar demasiado en un restaurante de comida rápida, dar una minivuelta por la ciudad, y caer rendidos en nuestra cama. El turismo tendría que esperar.
Phnom Phen
(09-09-14)… y tuvo que esperar más de la cuenta ya que esta mañana tocaba logística y, tras 16 días de viaje, una segunda colada. Como en la mayoría de los sitios que encontramos nadie nos garantizaba que nuestra ropa pudiera estar seca ese mismo día, buscamos una lavandería con autoservicio y nos la apañamos nosotros mismos. Para ser la primera vez en un sitio así no salió mal la jugada, al margen de que alguna camiseta se haya encogido un poco.
Con la logística ya hecha, fuimos al Mercado Central de Phnom Phen…
… y terminamos por comer en los aledaños.
El resto de la tarde, algo de turismo básico. Como no había mucho tiempo tuvimos que elegir, ya que entre la mayoría de los puntos de interés hay una distancia considerable. Nos decantaríamos por los Killing Fields, la zona donde se concentró el exterminio de camboyanos durante el ya mencionado genocidio. Hasta allí iríamos con un Tuk-Tuk, el principal modo de transporte en la capital. 15 dólares nos costó el viaje de ida y vuelta (24 kilómetros en total) incluyendo que nuestro “chófer” nos esperara durante la visita. Os sorprendería lo que esta gente es capaz de hacer por cuatro perras. Servicialidad extrema.
De hecho, durante la ida empezó a llover y el Tuk-Tuk se quedó sin gasolina. ¿Qué hizo nuestro taxista? Lo primero, taparnos para que no nos mojáramos. Lo segundo, ponerse el chubasquero. Lo tercero, descalzarse (imagino para no estropearse las zapatillas). Lo cuarto, salir bajo la lluvia en busca de una lata de gasolina.
No tardó en encontrarla y, como si nada hubiera pasado, nos llevó a nuestro destino. Todo ello manteniendo la más sincera de las sonrisas. Al final del día se llevó una buena propina, pero nos habría tratado igual aunque le hubiéramos pagado la mitad. Y así llegamos a los Killing Fields.
Killing Fields
1975, tras 8 años de guerra civil en Camboya, los Jémeres Rojos, una organización de guerrilla camboyana liderada por Pol Pot, toma el poder del país con el objetivo de construir una nueva Camboya comunista. Tres premisas: la ruralización del país en detrimento de las grandes ciudades a las que se considera burguesas; la potenciación de la agricultura como principal fuente económica…
… y el exterminio del “enemigo oculto”. ¿Quién era el enemigo oculto? Todos los que no opinaran como él. Capitalistas, extranjeros, intelectuales, camboyanos en general… cualquier persona era potencialmente exterminable. Cualquier actividad que realizaran considerada ilícita conllevaba un primer aviso. No había segundos avisos.
Entre las hambrunas, las malas condiciones de trabajo y el exterminio de enemigos ocultos, casi 2 millones de personas se quedaron en el camino, el 25% de la población del país por aquel entonces. Killing Fields es ahora un pequeño homenaje en una de las zonas donde se concentró esa matanza.
Eso sí, cuantas menos balas se gastaran mejor. Machetazos, venenos, asfixias… o cavar tu propia tumba. Los afortunados morían en el intento. Los que no, eran enterrados vivos.
Tal y como ya nos ocurrió hace dos años en el campo de concentración de Auschwitz, los Killing Fields nos fueron dejando sin palabras…
… y en toda la visita nos acompañó la lluvia. Me reafirmo con que en sitios así nunca debería salir el sol. Lo único que te da algo de esperanza es ver las numerosas muestras de solidaridad que se perciben en casi cualquier rincón. Muestras en las que también quisimos ser partícipes.
Fue una visita dura pero necesaria. De vez en cuando viene bien darte de bruces con problemas de verdad; que se te encoja una camiseta no lo es. Cabizbajos salimos del campo, donde nos esperaba nuestro tuktukero, quién nos sorprendió con una propuesta que no acabamos de entender. Hablaba un inglés muy rudimentario y hacía gestos con la mano como si estuviera disparando una metralleta. Quisimos escuchar que nos iba a llevar alguna zona de fusilamiento, o algo parecido. Sonaba bien, pero le entendimos mal. Muy mal. Y nos dimos cuenta en que el Tuk-Tuk se metió por unos caminos raros llenos de basura. Nuestro viaje terminó en algo parecido a un campo de tiro donde nos esperaba un tipo sin camiseta pero con unos buenos pantalones militares. Nos sacó una lista de precios: 100 dólares lanzar una granada, 150 disparar una metralleta, 300 lanzar un cohete. Le dijimos que le habíamos entendido mal y sin más problema nos sacaron de ahí. Ésta es la única foto que tenemos del lugar, es lamentable, pero tuve que hacerla a escondidas.
Tiene cojones la cosa. Acabamos de salir de un monumento a la atrocidad humana y a 10 minutos de ese sitio hay un campo de tiro donde jugar a ser Dios. Hay gente que no aprende. Espero que sean pocos. En nuestro regreso a la ciudad empezó a llover a la camboyana… es decir, sin conocimiento. Así que no nos quedó más remedio que decirle a nuestro chófer que nos dejará en el hostal. Pero como suele pasar en estas situaciones, fue llegar y paró, así que ya no había tiempo para siestas.
Lo primero que hicimos fue llevar a Álvaro y a Diego cortarse el pelo, esta vez en una peluquería en plena calle…
… y de ahí, paseo por la ciudad, en busca de lo que Phnom Phen esconde.
No dio para mucho, la noche se nos echó encima enseguida y tocaba (otra vez) recogerse pronto. Hoy, a varios días vista de nuestro paso por Camboya, podemos reconocer que fuimos demasiados ambiciosos creyendo que con 5 días en este país serían suficientes. Fue como abrir el envoltorio y no comerse el bombón. Lo único que me consuela es pensar que tarde o temprano volveremos pero no como turistas, volveremos a mancharnos de barro y pasear descalzos por sus aldeas. Volveremos para aprender a sonreír como sólo saben hacerlo aquellos que no tienen nada.
(10-09-14) Otro madrugón, como casi todos los días del viaje. Esta vez nos tocaba coger otro avión rumbo a Kuala Lumpur (Malasia). Aunque despegaba a media mañana, ya sabéis que entre chekines, visados, controles de seguridad, demostrar que no eres un terrorista, facturaciones y demás tienes que estar como poco 2 horas antes en el aeropuerto. Y eso que nosotros viajamos con mochila, algo que agiliza mucho los procesos. Pero bueno, aún con esas a primerita hora de la mañana Tuk-Tuk al aeropuerto…
… y ahí de nuevo Air Asia mediante (una aerolínea estupenda y muy barata para viajes dentro de Asia) pusimos rumbo a Kuala Lumpur. Y diréis… ¿qué se os ha perdido de nuevo en Kuala Lumpur? El viaje terminaba para Álvaro. Por razones de trabajo, nuestro afable compañero nos tenía que abandonar una semanita antes, así que decidimos acompañarle a medio camino.
Kuala Lumpur
A las 11 de la noche salía el vuelo de nuestro amigo, misma hora a la que nosotros cogíamos un tren hacia Singapur. Así que poco más hicimos que pasar el día en la estación de trenes KL Sentral (donde salen buses al aeropuerto cada media hora por menos de 3 euros)…
Little India, Kuala Lumpur
…y salir a comer al barrio más cercano, Little India.
Little India es otra de las visitas recomendables en Kuala Lumpur, aunque la parte “turística” no va mucho más allá de su calle principal. Eso sí, comimos bien en un sitio indio para indios. Empezamos a manejarnos con maestría en la cultura asiática, ya no hay raza que se nos resista.
Y de ahí, vuelta a la estación a encerrarnos en una cafetería, donde al menos aprovechamos la tarde para hacer algo de blog y de logística. Cuando estás por el mundo no hay que dar ningún día por perdido, siempre hay cosas que hacer.
Y de repente Álvaro se fue. Y de repente te haces consciente de que ya han volado casi 20 días de viaje. Y de repente tu mesa cojea porque has perdido una de sus patas. Y sólo te queda dar las gracias por su gran actitud durante todo el viaje y desearle que la vuelta al trabajo sea exitosa, cómoda y placentera. Un momento, un lugar.
Y hasta aquí puedo leer por ahora. Aunque nosotros hoy volvemos a España, todavía quedan dos publicaciones más que compartir con vosotros sobre nuestros últimos días de viaje. Y ya os adelanto que, a pesar de la baja de Álvaro, las cosas han ido muy bien. ¿Sabéis algo de Singapur? Pues prepararos, porque Nada Incluido ha llegado a la ciudad más lujosa de todo el Sudeste asiático. Y no hemos estado solos, sino muy bien acompañados. Volveremos a escribiros pronto, pero mientras tanto nos gustaría leeros en nuestro comentarios. ¡Un abrazo!
Iñigo
Anda que… vaya pedazo viaje os habéis pegado eh?? Muy chulas las fotos y los relatos ocmo siempre. Mucho ánimo con la vuelta. La fely ya esta suspirando por que vuelvas jaja. Un abrazo a todos y buena vuelta.
Sergio Otegui Palacios
Gracias por el seguimiento Íñigo. Si por nosotros fuera no pararíamos nunca de viajar. ¡Un abrazo!
jorge
joder macho, la vida es para ti. Como mola. besos desde los madriles
Sergio Otegui Palacios
Hola Jorge! 🙂 Bonita frase, gracias por seguirnos y me alegra que te guste. ¡Un abrazo!
Lara
Hola xikos! hemos estado desconectados unos días, a veces mola olvidarse de tanta tecnología…que bonitas las fotos de los templos de los otros posts sergio, se nota que has aprovechado las clases, jeje. me alegro que os hayan quedado ganas de volver para «embarraros» como dices. sin palabras la zona de killing fields y aledaños.
muxos besos!!
Sergio Otegui Palacios
Hola, Lara! Te hemos echado el falta por estos lares, pero me alegra saber que está todo bien 🙂 La verdad es que los templos son sitios dónde uno disfruta sobremanera con una cámara. Me alegra que te gusten las fotos. Y sí, si algo hemos echado en falta en este viaje es algo de barro, peo nosotros somos gente de palabra. Un besazo!!
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Laura Martinez
Gracias por compartir su experiencia!!! De verdad que a sido una pasada el poder ver un poco de su aventura, he tenido la fortuna de poder hacer Viajes a Tailandia y me han hablado mucho de Camboya y Sri Lanka, de esos países que te sorprende por todo lo que te pueden ofrecer, mas de lo que puedes imaginar!!!
Sergio Otegui Palacios
¡Gracias a ti por escribirnos, Laura! Un saludo.