Turismo comunitario en la comarca Gunayala – La isla Tigre
Nunca había convivido con una familia indígena, ni había dormido una noche entera en una hamaca, ni había remado en un cayuco, ni había comido sopa de zapallo, ni había escuchado el canto del arrullo, ni había descubierto el Noga Koppe, ni había visto tejer mola. Nunca había hecho nada de eso hasta que, tras tocar muchas y muchas puertas, se me abrieron las de isla Tigre en la comarca Gunayala. Así es la vida en este territorio indígena panameño.
La última vez que hablamos fue sobre los nasos, el último pueblo indígena que adquirió derechos sobre su territorio en Panamá. Casualmente, en este artículo toca hacerlo sobre los gunas, la primera etnia que lo consiguió hace ya un siglo.
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Comarca Gunayala, mucho más que el archipiélago turístico de San Blas
Quiero comenzar este relato aclarando algunos conceptos, ya que hay mucha desinformación y medias verdades sobre la comarca Gunayala. Para garantizar la veracidad de este contenido, me he apoyado en algunos gunas que conocí en este viaje y en la propia web del Congreso General Guna, su institución más importante. En esta misma dirección, indicar también que todos los nombres y palabras propias de la etnia están escritas según su diccionario oficial.
Dicho esto, la primera distinción que quiero hacer es entre Gunayala, el nombre de la comarca, y gunas o gunadules, los indígenas originarios de este territorio. Ahora bien, en numerosas ocasiones se utiliza el nombre de San Blas para referirse a la comarca, y aunque esa fue su denominación durante años, en 1998 se aprobó el cambio a Gunayala, que se traduce como territorio guna. Aunque han pasado más de dos décadas desde la modificación, los turistas y buena parte de la sociedad panameña siguen llamándolo San Blas, algo que no entusiasma a sus habitantes.
Para más inri, por lo general, cuando se habla de San Blas en realidad se está hablando de la parte del archipiélago abierta al turismo, pero estas no son más que un puñado de islas cercanas a Cartí de las más de 300 que realmente flotan en esa zona del Caribe. Cartí es el nombre de una de las 51 comunidades que conforman la comarca o, lo que es lo mismo, asentamientos habitados, de los cuales solo dos reciben viajeros. Es decir, que el 99,9 % de los visitantes (el porcentaje me lo he inventado, pero por ahí andará) que visitan la comarca Gunayala, en realidad, “solo” tienen la oportunidad de darse un garbeo por un puñado de islas de postal que, aun siendo gestionadas por gunadules, poco tienen que ver con su realidad. Yo mismo fui parte de ese 99,9 % en mi viaje a Panamá en 2017, pero tenía claro que trataría de visitar una de esas comunidades en mi regreso en 2023. Sin embargo, como vas a ir viendo, los gunas son una sociedad muy muy muy muy muy muy muy tradicional y bastante reservada con los de fuera, por lo que puede ser muy difícil salirse del raíl turístico.
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Cartas firmadas al Congreso Guna y al Ministerio de Turismo, millones de correos electrónicos, tropecientos Whatsapps a personalidades relacionadas con la materia y otros tantos intentos desesperados con los que solo conseguimos que nos dijeran que teníamos que pagar 500 dólares si queríamos acceder a alguna comunidad. Por supuesto, no lo hicimos, y cuando ya íbamos a tirar la toalla, apareció del cielo (o del mar) un grupo de gunas que iban a hacer un proyecto en una de las comunidades y nos invitaron a acompañarlos. Unas horas después, estábamos subidos junto a ellos en un barco camino a Digir dubbu, isla Tigre en castellano.
Los gunadules, una etnia indígena pionera en Panamá
Antes de seguir con mi crónica viajera, voy a profundizar en los gunas, esta etnia panameña cuya forma de vida me tuvo (y tiene) completamente fascinado. Porque, aunque este sea un blog turístico, para mí es fundamental entender un lugar para disfrutarlo al máximo.
Breve historia de los gunas
Parece que los gunas deambulaban por América antes de la llegada de los españoles, ya que los conquistadores Álvaro de Ojeda y Núñez de Balboa tuvieron contacto con ellos en sus expediciones a principios del siglo XVI. Por aquel entonces, los gunas habitaban en los bosques del Darién y en el norte de Colombia, pero fueron acercándose a su actual territorio debido, entre otras cosas, al mal trato propinado por los conquistadores españoles :(.
De ahí en adelante, tuvieron que pelear bastante para conseguir los derechos sobre este terreno. El primer paso hacia adelante lo dio el gobierno colombiano con la creación de la comarca Tulenega en 1870, ya que, por entones, Panamá era parte de la llamada Gran Colombia. Pero tras la independencia de Panamá en 1903, la comarca indígena dejó de ser reconocida oficialmente, lo que, sumado a otros episodios de maltrato, desencadenó la revolución guna de 1925, breve, pero suficientemente importante como para que los dules recuperasen su independencia y Gunayala pasase a ser la primera comarca indígena reconocida en el país panameño.
Así funcionan las comunidades de la comarca Gunayala
En la actualidad, esta etnia sigue funcionando de manera muy tradicional fruto del hermetismo en el que siempre han vivido. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo de Panamá (INEC), en 2023 había 32000 gunas repartidos a lo largo de las 51 comunidades que componen Gunayala, 38 de ellas en islas. Toda la comarca está regida por el Congreso General, pero cada comunidad tiene, a su vez, un Congreso Local presidido por los saglas, sus guías espirituales. El Congreso es, además, el espacio donde se reúnen para charlar y debatir sobre la actualidad del pueblo y/o para escuchar los cantos del sagla sobre el pasado, presente o leyendas.
El Congreso es el lugar principal de encuentro, pero no el único, ya que las asambleas están a la orden del día en este pueblo que se reúne con frecuencia para hablar sobre asuntos de interés general, problemas, propuestas de mejora, iniciativas, etc. Podría decirse que es una sociedad muy colectiva, donde todo se comparte y, también, donde todo se sabe, algo “favorecido” por las condiciones de hacinamiento en las que suelen vivir. Hay que tener en cuenta que la mayor parte viven en islas o en territorios muy accidentados, por lo que las posibilidades de expansión son mínimas. Si a esto le añades que cada familia tiene una media de 4,4 hijos según el INEC y que viven bajo un único y mismo techo, la intimidad es prácticamente inexistente.
También me llamaron la atención la cantidad de reglas que acatan, normas tan extremas como que tienen toque de queda permanente entre las 11 de la noche y las 5 de la mañana, o que cada comunidad tiene días y/u horas en las que está prohibido el consumo del alcohol. Por ejemplo, en Digir no se puede beber nada espirituoso los viernes, mientras que en otra comunidad vecina está permitido todos los días, pero solo entre las 4 de la tarde y las 11 de la noche.
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Cómo visitar la comunidad guna isla Tigre
NOTA IMPORTANTE: a día de hoy NO es posible visitar la isla Tigre, pero la comunidad tiene un proyecto para retomar las estancias turísticas. Y digo retomar porque hace pocos años recibían viajeros, pero el coronavirus cortó de lleno el plan. Confiando en que más pronto que tarde se volverán a abrir, te voy a explicar el proceso. Lo primero que vas a necesitar es un permiso explícito de la comunidad, ya que no es posible acceder a ella por tu cuenta. Para obtenerlo, tendrás que hablar con alguien de su equipo de gobierno. Si quieres que te eche una mano con eso, mándame un email y os pongo en contacto, aunque no prometo nada.
Lo segundo que tendrás que hacer es ir hasta allá, que también tiene su aquel. Para ello, tendrás que contratar algún transporte privado hasta Tupile Dibin, el puerto del que salen las lanchas hacia algunas comunidades y a la zona turística del archipiélago. Solo para llegar hasta ese muelle tendrás que desembolsar unos 30 dólares por el trayecto en el 4×4, 20 dólares por acceder a la comarca Gunayala, 3 dólares por el uso del puerto y 25 dólares por la lancha hasta la isla. Entre unas cosas y otras, desde ciudad de Panamá te llevará unas cinco horas, bastante menos si has pensado en alquilar coche.
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Con respecto al precio por la estancia en la comunidad, no te puedo decir mucho más: tendrás que hablarlo con ellos directamente. Lo que sí que quiero remarcar es que vas a quedarte en un espacio muy humilde, con unos estándares de confort e higiene muy diferentes a los de un hospedaje tradicional. Nosotros nos duchábamos con un cubo y hacíamos nuestras necesidades en una letrina sobre el mar. Para mí fue una vivencia única, pero es mejor tenerlo claro.
Mi experiencia en la comunidad guna isla Tigre
Como os contaba, Alberto y yo acabamos en una lancha camino a Digir con un particular e interesante grupo de gunadules, entre los que se encontraban Duiren y Orgun, dos hermanos fundadores de la productora Wagua Films, Renan y Axel, trabajadores del departamento antinarcóticos para el Congreso Guna, y Norlando, originario de ahí y uno de los responsables de TV Indígena.
Aunque todos viven hoy en día en la capital panameña, Norlando nos ofreció hospedaje en su casa familiar, donde conviviríamos con su madre, su abuela y otros familiares. Como curiosidad, allí dormimos en hamacas (gassi en su idioma), un elemento tan indispensable en esa sociedad que hasta los gunas son enterrados en hamacas cuando fallecen. En cada casa puedes encontrarlas en cualquier rincón, lógico teniendo en cuenta que no solo duermen en ellas, sino que también hacen ahí mucha vida y otras cosas. ¿Has oído hablar del hamacasutra?
La playa de la isla Tigre
Instalados, la abuela nos preparó un dulemasi, una especie de sopa de plátano o verdura combinada con leche de coco y un pescado ahumado; un plato ideal para enfrentarse a los 30 grados + humedad con los que nos recibió la isla. Después de sudar – reposar la comida y hacer un poquito de sobremesa, fuimos a darnos un más que necesario chapuzón en la playa ubicada en el extremo norte.
Esa es, diríamos, la zona de ocio, en la que hay además varios espacios habilitados para la práctica de deportes y… ¡una pista de aterrizaje abandonada! Así es, pese a que la isla es bastante pequeña, allí aterrizaban avionetas años atrás, lo que facilitaba el transporte de los autóctonos. Sin embargo, según nos contaron, dejaron de usarlas después de que un niño muriera golpeado por una de esas avionetas.
Como curiosidad, y pese a que me moría de ganas, en nuestro primer día en Digir solo saqué la cámara en la zona de la playa, ya que nuestros compañeros nos pidieron no hacer fotos por el pueblo hasta no tener el permiso de los líderes de la isla. Y es que, como ya te he adelantado, los gunas son una sociedad muy muy muy tradicional, por lo que es mejor no dar nada por hecho y preguntar antes de hacer cualquier cosa.
Tanto es así que junto a nuestros “padrinos”, visitamos las casas de los saglas, los ya descritos guías espirituales, explicándoles la razón de nuestra visita. Poco después, nos reuniríamos con ellos y alguno más en el bar del poblado, para compartir impresiones y dejar todo lo más claro posible. Fue ahí donde obtuvimos el permiso para hacer fotos, pero no solo eso: también las haríamos a demanda para el equipo de gobierno.
Cultura y tradición en la comarca Gunayala – La isla Tigre
Por todo ello, el primer día nos limitamos a darnos a conocer ante las autoridades y a observar, sin cámaras, la realidad de la isla, pero el segundo, ya con permiso, nos hinchamos a capturarlo todo. Como los mandamases de Digir querían aprovechar nuestra visita, no faltaron eventos y tradiciones de los que disfrutar.
En primer lugar, asistimos a la preparación y, por suerte, degustación del moe, una de crema de calabaza, con pescado ahumado y coco rallado que estaba DE-LI-CIO-SO.
Lo siguiente que hicimos fue dar una vuelta por el pueblo y tratar de captar su cotidianeidad pese a lo difícil que era pasar desapercibidos. Al fin y al cabo, éramos los únicos wagas, es decir, que no pertenecíamos a la etnia, de las casi 1000 personas que viven allí.
Pese a ello, conseguimos mezclarnos con ellos y sacar buen material. Eso sí, siempre tratábamos de pedir permiso antes de desenfundar la cámara.
La mola, el arte de tejer de las mujeres guna
Si algo captaba nuestra atención a cada paso que dábamos por la localidad es la llamativa indumentaria que llevaban (y llevan) algunas gunas. La mola, esta forma de arte textil, está hecha a mano y podría tener varios siglos de antigüedad.
En origen, las mujeres de la etnia se pintaban los cuerpos con diseños geométricos utilizando colores naturales, pero tras la colonización española y el contacto con los misioneros, empezaron a trasladar estos dibujos a las telas.
Crear y vender piezas de mola es la principal fuente de ingresos de muchas familias. Para otras es, simplemente, una forma de vestir y de honrar su tradición.
Música y bailes tradicionales en la comarca Gunayala
Por la tarde, volvimos a la playa, donde un grupo de niños nos representó un espectáculo de Noga Koppe, una danza mixta al compás de la música de flautas y maracas elaborados en la propia comunidad. Las mujeres visten la mola mientras que los hombres se atavían con un pantalón oscuro, una camisa de un solo color y un sombrero con plumas de ave. Aunque los pequeños estaban adorables y teníamos el consentimiento del Congreso para tomarles fotos, prefiero no exponerlos más de la cuenta.
Antes del atardecer asistimos a un nuevo baile, esta vez del grupo de adultos, que lo hicieron en la plaza central de la isla Tigre. Por lo visto, pocos días después de nuestra estancia, se iba a celebrar el Encuentro Comarcal de Danza Gunayala, una convivencia de bailes entre distintas comunidades de la comarca, por lo que a ellos les vino perfecto para practicar y a nosotros para conseguir buenas imágenes.
La maraca es también el instrumento principal del llamado canto del arrullo, una forma de canto con el que las mujeres no solo tratan de dormir a los niños, sino que también utilizan para transmitir sabiduría, tradición, valores, respeto y orgullo sobre los conocimientos ancestrales de su pueblo. Desafortunadamente, las nuevas generaciones ya no lo practican, por lo que se está perdiendo. Por suerte, nosotros tuvimos la oportunidad de verlo en primera fila.
La crisis medioambiental amenaza la comarca Gunayala
Luchar por conservar su cultura centenaria es, sin duda, uno de los grandes desafíos a los que se enfrentan los gunas, aunque no el único. Según nos contaron nuestros compañeros en este viaje, el consumo de estupefacientes está creciendo en la comarca, fomentado, en buena parte, por ser zona de paso de la droga que va de Colombia a Norteamérica. De hecho, ellos estaban ahí, entre otras cosas, para concienciar a los jóvenes sobre esta problemática.
Pero más allá de este asunto social, es en su relación con el medioambiente donde está su gran reto. Por un lado, el cambio climático y la consiguiente subida del mar causada por este fenómeno está reduciendo el tamaño de estas islas, pudiendo haber perdido más de 50000 metros cuadrados en los últimos 30 años según este informe de la organización Displacement Solutions.
Poco ayuda en la causa el hecho de que los gunas utilicen los arrecifes de coral como material de construcción, lo que, junto al aumento de la temperatura global, la contaminación y el incremento en la acidez del mar, entre otras, está llevando a su desaparición. Como desarrollo en mi artículo de Portobelo, este animal es una barrera natural contra la acción de las mareas, por lo que su cada vez más inevitable extinción es una noticia terrible para los gunas y el resto del planeta.
La basura y la gestión de los residuos es también es una tarea más que pendiente para esta sociedad. Aunque hay algunos proyectos trabajando en esta dirección, las comunidades no tienen habilitado ningún sistema de recogida de residuos, por lo que el mar o cualquier espacio natural alrededor del poblado se acaban convirtiendo en vertederos.
Hace no tanto los gunas generaban residuos eminentemente orgánicos, por lo que la propia naturaleza se encargaba de regularlos, pero, hoy en día, con el plástico presente en cualquier producto, el daño medioambiental es incalculable. Lo único que me reconforta es saber que estos temas están llegando, por fin, al Congreso General Guna, por lo que, quizá, más pronto que tarde, se encarará como es debido.
Lejos de querer cerrar este artículo con un mensaje negativo, la realidad es que esta vivencia en la comarca Gunayala ha sido muy enriquecedora, siendo, seguro, el mayor recuerdo que me va a quedar de este último viaje a Panamá. Porque los gunas no son solo los habitantes de uno de los archipiélagos más bonitos del mundo, sino, también, una etnia interesante, sólida y diferente que resiste, desde su hamaca, a la presión de un mundo cada vez más homogéneo.
Más artículos sobre el país en mi guía de Panamá.
Jaqueline
😽grrrrrrrrrr jaja
Sergio Otegui Palacios
¡Bien definido!
Jaqueline
Siempre visitas lugares humildes,¿por qué no mejor visitas lugares en los que deberás den ánimos de estar?
Sergio Otegui Palacios
Visito todo tipo de lugares, Jaqueline. Me gusta mucho la diversidad.
Islas de San Blas - El archipiélago turístico de Gunayala | Viajes Nada Incluido
[…] última vez que hablamos fue sobre isla Tigre, una de las comunidades donde habitan los gunas y que están cerradas a los extranjeros. En este […]
Edgar places
Gracias por visitar mi comarca kuna yala
Tienes aqui a un servidor, en tu otro viaje cuente conmigo http://www.tripgelen.com
Sergio Otegui Palacios
¡Muchas gracias, Edgar! Un saludo.