Panamá y su lucha contra el cambio climático
En 2021, en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Panamá, Surinam y Bután sellaron la Alianza del Carbono Negativo, confirmándose como las tres primeras naciones del mundo que aseguran absorber más dióxido de carbono del que emiten a la atmósfera. Y esto, ¿en qué se traduce? Pues sobre todo ello y sobre la lucha de Panamá contra el cambio climático hablo en este artículo.
Antes de meternos en harina, sí que me gustaría comentar que este artículo es el resumen del trabajo que estuve haciendo en Panamá en compañía del también bloguero Alberto Menéndez. Durante unas semanas estuvimos recorriendo el país centroamericano en busca de proyectos sostenibles, tratando de ver de qué manera este destino está encarando el desafío climático al que nos enfrentamos. Tras ese viaje y un posterior trabajo de documentación e investigación, estas son mis conclusiones sobre Panamá y su lucha contra el cambio climático.
Índice de contenidos
¿Qué es el cambio climático?
Para entender la importancia de que Panamá sea un país carbono negativo, hay que tener claro, primero, qué es el cambio climático y qué culpa tenemos los seres humanos en él. Grosso modo, un cambio climático es una variación del estado del clima en la tierra que perdura durante un periodo suficientemente largo. Estos han ocurrido desde el principio de los tiempos por causas naturales, pero, desde la Revolución Industrial, la actividad humana está desencadenando uno nuevo.
Los gases de efecto invernadero
¿Y eso por qué? Pues, básicamente, porque nuestro modo de vida depende de la quema de combustibles fósiles y su consiguiente emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Y resulta que estos gases absorben parte de la radiación térmica que emite el sol y la devuelven a la superficie terrestre, provocando un incremento de la temperatura. En realidad, este efecto se produce de manera natural en la atmósfera y permite la vida, ya que sin él habría unos 33 grados menos de temperatura media en la tierra, pero la actividad humana lo está intensificando. Entre estos gases se incluye el vapor de agua (H2O), metano (CH4), ozono (O3), clorofluorocarburos (CFC), óxido de nitrógeno (N2O) y dióxido de carbono (CO2), habiéndose producido un aumento de todos ellos, especialmente de los dos últimos, desde la Revolución Industrial.
Las consecuencias del cambio climático
Ese aumento de las temperaturas es solo la punta del iceberg del cambio climático, ya que es un fenómeno que tiene consecuencias a muchos niveles. Aquí incluimos una mayor intensidad de las tormentas, sequías más extremas y desertización, calentamiento del océano y subida de nivel, extinción de especies, escasez de alimentos, problemas de salud, pobreza y desplazamientos climáticos, entre otras.
Un acuerdo en París para luchar contra el calentamiento global
Solo hay que ver los registros de temperatura de los últimos años para corroborar que este calentamiento es una realidad y que sus consecuencias empiezan a ser muy visibles. Ante la evidencia, casi todos los países del mundo firmaron los Acuerdos de París en 2016, un tratado internacional legalmente vinculante que compromete a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de la temperatura global en este siglo a un máximo de 2 °C. En la Unión Europea hemos ido más allá y tras la Ley del Clima aprobada en 2021, los países de la UE se han comprometido a alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050.
Panamá, un país carbono negativo
Explicado todo esto, voy con Panamá, como ya he explicado, la razón de mi último viaje por ahí y de este artículo. Allí pudimos ver cómo el territorio centroamericano ha conseguido la etiqueta carbono negativo o, lo que es lo mismo, absorber más dióxido de carbono del que emite a la atmósfera. Y esto, en realidad, es la suma de muchas cosas.
Un territorio plagado de bosques
Si algo ha jugado un papel fundamental en la consecución de este objetivo es el hecho de que el 68 % del territorio panameño está cubierto de masa forestal según su gobierno, aunque la FAO habla de un 40 %. Como ya sabrás, las plantas son nuestros principales aliados contra el cambio climático, ya que consumen dióxido de carbono y lo transforman en oxígeno durante la fotosíntesis. Es decir, de manera natural, eliminan gases de efecto invernadero de la atmósfera.
El Programa Nacional de Restauración Forestal panameño
Ahora bien, pese que la cifra del 68 % impresiona, la deforestación ha sido un problema inmenso en Panamá (y en todo el mundo) en los últimos años. De hecho, algunos estudios apuntan que esa masa forestal era de un 90 % en la década de los 50. Buscando paliar ese problema, el gobierno panameño lanzó el Programa Nacional de Reforestación Forestal (PNRF) con el que se ha comprometido a restaurar 50000 hectáreas de bosque entre 2021 y 2025. Pero, más allá de titulares, noticias y fanfarria política, en nuestro viaje a Panamá quisimos ver en qué se traducía exactamente. Para ello, localizamos, contactamos y visitamos algunos proyectos de reforestación en activo a lo largo de la geografía panameña.
EcoForest y su labor en la cuenca del canal de Panamá
Uno de los objetivos principales del PNRF es repoblar las cuencas hidrográficas. Y si hay una cuenca clave en Panamá es la del canal, su fuente hidrológica más importante, pero, también una de las más machacadas. A finales del siglo XX, allí se practicó la tala y quema de bosque furtiva para instaurar ganadería y campos de cultivo, sumado a que los estadounidenses introdujeron en la zona la llamada paja canalera años antes. Esta planta invasora se extiende sin control y se ha convertido una barrera contra las especies nativas.
Para tratar de revertir esta complicada situación, allí trabaja EcoForest, una empresa que tiene a su cargo una concesión de más de 7000 hectáreas en el área del canal y de las que ya han reforestado más de 3000. Y lo han hecho, principalmente, con teca, un tipo de árbol de origen asiático cuya madera está muy valorada para la fabricación de muebles y embarcaciones. Hessel Van Straten, un holandés que trabaja en el país desde 2005, es el máximo responsable de EcoForest y él nos enseñó sus plantaciones en el Gatún y nos explicó los proyectos en los que están trabajando.
Forest Finance, otra empresa que reforesta en Panamá
Una labor parecida es la que realiza Forest Finance, una empresa alemana que lleva varias décadas sacando adelante proyectos de reforestación. Aunque trabajan en varios países, sus plantaciones más longevas son las de Panamá, donde empezaron en 1995 y donde estiman haber secuestrado casi medio millón de toneladas de CO2.
De los distintos territorios panameños en los que están presentes, nosotros visitamos la finca Quebrada Limón en la provincia de Bocas del Toro, donde cultivan cacao orgánico de manera sostenible. Allí compartimos tiempo con Ramelo Cieza, el responsable de esta finca, que nos habló de los beneficios medioambientales, sociales y económicos de esta labor.
La importancia de los créditos de carbono
Llegado a este punto, puede que te estés preguntando, yo desde luego lo hice, de qué manera se sostienen estas corporaciones, porque no dejan de ser empresas y necesitan un modelo de negocio para subsistir. Dejando de lado las posibles ayudas que les brinden los gobiernos, sus vías de financiación son, entre otras, la explotación de dichas plantaciones y los créditos de carbono. La primera, quizá, es más sencilla de entender. Básicamente, la propia madera o el producto que se obtiene de la planta reforestada tiene valor en el mercado y, por lo tanto, se vende. Evidentemente, en el caso de la madera, siempre se talan menos árboles que los que se plantan, porque, si no, no habría beneficio medioambiental ni labor de reforestación y el negocio se acabaría pronto.
Vale, esto ha quedado claro, pero, ¿qué son los créditos de carbono? Este tema es más farragoso, pero voy a tratar de simplificarlo. Básicamente, es un sistema que tienen los países, las empresas o incluso los clientes de compensar sus emisiones de carbono invirtiendo, directa o indirectamente, en proyectos que mitiguen esos gases, como pueden ser las citadas iniciativas de reforestación. Y, ¿cuánto cuesta un crédito? En condiciones normales, varía entre 40 y 80 euros, aunque se han llegado a rondar los 100, y cada uno “vale” por una tonelada de dióxido de carbono o su equivalente en otros gases de efecto invernadero. Por poner un ejemplo sencillo: imaginamos que vas a volar de Madrid a Panamá y quieres compensar la huella de carbono de tu viaje. Pues bien, según la web de Iberia, cada pasajero emitirá más de 500 kilógramos de CO2 por trayecto, es decir, una tonelada entre la ida y la vuelta. Por tanto, financiando un crédito de carbono, podrías mitigar tu impacto por realizar este vuelo.
Las etnias panameñas también tienen mucho que decir
Cerrado el paréntesis de los créditos de carbonos, no puedo seguir hablando de los bosques panameños y de su protección sin hablar de las etnias. Y es que en el país centroamericano hay siete pueblos indígenas que representan más del 10 % de la población y de ellos dependen más de un tercio de los bosques. Para ver de cerca esta realidad, nos dirigimos a la comarca Naso Tjër Di. Pese a que los nasos habitan en esta tierra desde antes de la llegada de Cristóbal Colón, esta fue reconocida como independiente en 2020.
Foto de Alberto Menéndez
La razón por la que visitamos esta comarca indígena es porque el 91 % de su territorio son áreas protegidas del Parque Internacional La Amistad y el Bosque Protector de Palo Seco, por lo que su relación con los bosques es, cuanto menos, estrecha. Motivados por su dependencia de la selva tropical, han luchado y logrado imponer normas estrictas que prohíben la explotación y el uso excesivo de los recursos naturales de la zona. Allí pasamos una jornada estupenda en compañía de Juan Jiménez, un joven indígena que trabaja desde hace tiempo para hacer crecer su comunidad Bonyic.
Los océanos también absorben dióxido de carbono
Los océanos también juegan un papel en la captura de CO2, algo especialmente desdeñable en Panamá que está flanqueado por el Atlántico y el Pacífico. Se calcula que estas masas de agua absorben el 30 % de las emisiones globales de dióxido de carbono, una gran ayuda contra el cambio climático. Sin embargo, enfrentarse a una cantidad excesiva de gases de efecto invernado, como ocurre ahora, termina provocando una acidificación y un aumento de la temperatura del agua, dos alteraciones que ponen en riesgo ese hábitat.
¿Y cómo se realiza esta captura? Pues, básicamente, igual que en tierra, ya que en el mar hay organismos que necesitan ese carbono para realizar la fotosíntesis. Entre estos encontramos unas algas unicelulares que habitan en los corales, ese alucinante animal colonial (sí, el coral es un animal) cuya subsistencia está en serio peligro. Por fortuna, a lo largo del mundo, hay muchas iniciativas tratando de protegerlo y en Panamá tuvimos la oportunidad de visitar una de ellas.
Reef2Reef, un proyecto de regeneración de coral
Los arrecifes de coral cubren menos del 0,1 % del fondo del océano, pero albergan una cuarta parte de todas las especies marinas. Sin embargo, se calcula que hemos perdido la mitad de los arrecifes en los últimos 40 años y muchos expertos creen que su extinción llegará en 2050 si seguimos por este camino. Para tratar de paliar esta situación, en la bahía de Portobelo se creó Reef2Reef, una fundación que promueve la educación, protección y restauración de corales.
Esta rehabilitación la realizan en las “guarderías”, que vienen a ser unas cuerdas submarinas en las que sujetan partes vivas de corales dañados, donde son alimentados, protegidos y monitoreados. Cuando estos fragmentos alcanzan un tamaño apto para su subsistencia, son trasplantados en arrecifes de la zona. Podría decirse que Reef2Reef realiza un trabajo de reforestación, pero en el fondo marino. Detrás de esta fundación están René Gomez, uno de los responsables de la escuela de buceo ScubaPanama, y Luis Bernal, biólogo marino. Ellos nos mostraron la importante labor que realizan en Portobelo.
El impacto del cambio climático en Panamá
No es casualidad que el gobierno y la sociedad panameña hayan puesto el foco en combatir el cambio climático, un fenómeno global en su desarrollo y en sus efectos, pero que Panamá es especialmente vulnerable a este problema. Ya he perfilado las consecuencias del calentamiento global anteriormente, pero me voy a centrar en dos que ya se dejan notar en el país centroamericano.
La subida del nivel del mar
El calentamiento global trae consigo el deshielo de los polos y la consiguiente subida del nivel del mar. Se calcula que este ha podido crecer entre 15 y 25 centímetros en los últimos cien años, 10 de ellos desde 1993 como muestra este exhaustivo análisis de la NASA. Aunque pueda parecer una nimiedad, esto es un gran problema para quienes habitan a nivel de mar, algo que saben de sobra en Panamá, un país rodeado de océanos y con más de 1500 islas.
De hecho, muchos gunas, el primer pueblo indígena en conseguir la autonomía en Panamá, hacen vida en 49 de las más de 300 islas que conforman su archipiélago. Sin embargo, algunas de estas comunidades, como Cartí Sugdupu, ya han empezado a trasladarse a una nueva barriada en tierra firme. Nosotros no visitamos esa isla en concreto, pero sí que pasamos unos días en Tigre, una isla donde la situación todavía no es crítica, pero sufren otros problemas como el hacinamiento, la contaminación o la llegada de tormentas mucho más devastadoras.
La sequía, un problema de muchas aristas en Panamá
La falta de lluvias es un hándicap en cualquier lugar del mundo, pero el país centroamericano tiene el agravante añadido de la gran cantidad de agua que necesita el canal para funcionar: se liberan doscientos millones de litros de agua dulce al mar por cada barco que cruza el canal de Panamá. Pese a la imponente cifra, la abundancia de precipitaciones en el país ha hecho que el agua no falte, incluso en la temporada seca (de diciembre a abril). Sin embargo, en 2023 llovió un 25 % menos que la media de los últimos 73 años, lo que ha llevado a niveles preocupantes a los lagos de los que se obtiene el agua.
Como solución provisional, la Autoridad del Canal ha tenido que reducir el tránsito de barcos y su cantidad de carga, lo que ha supuesto más de 700 millones de dólares de pérdidas en un negocio del que depende el 6 % del PIB panameño. Estas medidas tratan de paliar los efectos de una sequía mucho más potente y prolongada de lo común, aunque la única solución pasa porque el clima se comporte con la regularidad que lo ha hecho en los últimos 100 años. Pero el cambio climático está ahí y esta es otra evidencia.
Aunque voy a terminar este artículo en su punto más amargo, no quiero dejarte con ese sentimiento, ya que yo terminé este viaje con la percepción de que Panamá está esforzándose para adaptar su ritmo de vida a las necesidades de un mundo delicado. Un esfuerzo necesario para un planeta que necesita un respiro y en Panamá, un país de carbono negativo, hemos encontrado muchas maneras de darle oxígeno.
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