6. Backpackers in Tallin
Si no llueve, hace frío. Si no hace frío, hace viento. Si no hace viento, está nublado. Si alguna vez ha salido el sol, debíamos de estar echando la siesta. Entre una cosa y otra vamos a volver más blancos de lo que nos fuimos (mira que eso es difícil). Lejos de mejorar, el tiempo empeora conforme nos acercamos a Laponia. Si esto sigue así, vamos a tener que acabar por comprar unas chancletas de piel de oso o directamente cambiar el nombre del viaje: “A Laponia con fiebre”.
El clima no es el único indicio de que nos acercamos al norte de Europa. También se nota en el desarrollo de las ciudades. En Estonia apenas quedan resquicios de la pobreza que vimos en Letonia. Al menos en Tallin, su capital, porque el resto del país lo recorrimos en un viaje de tren. Desde Cesis (Letonia) hasta Tallin (Estonia), ese fue nuestro trayecto.
(22-07-13) La llegada a Tallin fue bastante desapacible. Aterrizamos a primera hora de la noche, con lluvia y viento, sin hostal ni Couchsurfing, con una decena de horas de tren a las espaldas, y con un agujero en el estómago. Lo reconozco, ese día cenamos en McDonalds. Pero teníamos excusa, no nos apetecía pensar, necesitábamos Wi-Fi y algo para cenar. Comer comimos pero de internet ni rastro. Al final esa noche encontramos alojamiento como se ha hecho toda la vida: andando y preguntando. A priori, el hostal parecía una cueva, pero fue una cueva bastante confortable. El día siguiente cambiamos de cama: Gerd, de Cochsurfing, nos esperaba en su casa.
(23-07-13, 24-07-13) Me voy a tomar la licencia de juntar estos dos días en una sólo párrafo porque ambos fueron bastante parecidos. Pero Gerd, nuestro anfitrión, sí que merece un epígrafe aparte.
Gerd se levanta de la cama entre las cinco de la mañana y las cinco de la tarde. Gerd nunca trabaja pero siempre está trabajando. Gerd no cocina pero su cocina tiene más ingredientes que la de Arguiñano. Gerd no tiene lavadora porque contrata semanalmente un servicio de lavandería. Gerd comparte tenedor con Chico, su perro. Gerd es como un personaje, pero es uno de los buenos. Con él hemos pasado dos curiosos días por Tallin en los que no nos ha faltado de nada: bueno, al margen de perchas, mesas, sillas, un lavabo y algunas otras cosas sin importancia. Gerd nos dejó dormir en su habitación mientras él dormía en el salón. Un gran gesto, sobre todo si tenemos en cuenta lo ordenado que lo tenía todo cuando llegamos y el follón que le montamos en su cuarto en poco rato.
Gracias a Gerd recorrimos todos los centros comerciales de la zona en busca de una tienda de campaña que al final nunca nos compramos. Gracias a él pudimos comer muy barato en el Butterfly Lounge, un restaurante de ambiente de la capital de Estonia.
Gerd también nos enseñó un poquito de la ciudad, aunque el resto lo vimos por nuestra cuenta. Tallin es como una chica tan guapa, tan guapa, tan guapa que le gusta a todo el mundo.
Pero como ves que le gusta a todo el mundo, a ti te deja de interesar, porque la ves tópica, típica y lejana.
Pero es que es tan guapa, tan guapa, tan guapa, que no puedes dejar de mirarla.
Si tuviera que compararla con otra ciudad de las que hemos visto, Tallin tiene mucho de lo mejor y mucho de lo peor de Praga. Lo mejor, parece como si caminaras por un cuento.
Lo peor, a veces hay que hacer fila hasta para entrar en el cuento. Desde luego, agobios al margen, es una ciudad en la que da gusto perderse. Aunque por mucho que lo intentes, tarde o temprano acabarás en el Town Hall.
(24-07-13) Así hemos pasado nuestros días en Estonia, entre el centro urbano y la casa de Gerd. Ahora, tras coger un ferri más grande que el propio Tallin…
… ya estamos en Finlandia donde empieza la segunda parte de nuestra ruta. Os pongo en situación, ahora estamos en Turku (Finlandia) recogiendo nuestro coche de alquiler. Esta tarde partimos rumbo norte, a la conquista de Laponia. Por el camino nos esperan seis días de carretera y Couchsurfing, con algunos planes ya concertados de antemano como dormir en una especie de comuna hippie, ir a ver un concierto de uno de nuestros anfitriones o llevar a un rebaño de ovejas desde una isla a una ciudad. En el horizonte, la inhóspita Laponia. De momento ya estamos buscando Couchsurfing en esa zona también. Quién sabe, quizá Papa Noel nos ofrezca su sofá.
(Esta publicación no es la original sino una recuperación de la misma. Para leer los comentarios y ver la original entra en A Laponia con chancletas)
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